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Hace muchos años, cuando Marcelo estaba disfrutando de un día estupendo en su jardín, un objeto bastante extraño se aproximaba hasta su posición, de forma muy torpe. Cuando el objeto estuvo al alcance de su vista, descubrió que se trataba de una nave espacial, cuyo tripulante tenía bastantes problemas para controlarla.
Tras unos momentos llenos de incertidumbre, la nave aterrizó de forma brusca en el jardín de Marcelo. Tal fue la violencia del aterrizaje, que una de las patas que la sustentaban quedó seriamente dañada. Un daño, que alarmó enormemente a su ocupante, un joven extraterrestre de color grisáceo, al que Marcelo se acercó muy despacio para evitar que se asustara mucho más.
Cuando llego a su altura, se sorprendió enormemente al ver como las lágrimas surcaban su rostro.
-Ya sé que la rotura de tu nave te parece algo terrible, pero no es nada que no pueda repararse en un par de horas.
Decidido a ayudar a su nuevo amigo, se marchó hasta el garaje de sus padres, para buscar los materiales y herramientas necesarias para dejar la nave espacial, como si nunca le hubiera pasado nada. Al ver que el humano cumplía con su palabra, el extraterrestre dejó de llorar, acercándose hasta Marcelo para ver qué es lo que estaba haciendo.
Pasado el tiempo acordado, tanto la pata como la nave, estaban como nuevas, permitiendo al pequeño ponerla en marcha, no sin antes expresarle todo su agradecimiento a Marcelo desde una de las ventanas de la nave.
Fuente original: http://www.cuentosbreves.org/reparando-una-nave-espacial/
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